Nos remontamos al año 1944. En
este año, se llevó a cabo el convenio de Bretton-Woods, cuyo objetivo era dotar
a las naciones de una estabilidad monetaria que evitara la fuga de capitales
entre países y la especulación monetaria.
Con anterioridad, el valor de
las monedas se establecía según las reservas de oro de cada país. Este era un
sistema muy inestable, debido a que provocaba ciclos de crecimiento y recesión
exageradamente acentuados.
Cuando una nación se
desarrollaba, compraba mercaderías importándolas, y por tanto, perdía parte de
sus reservas de oro, sustento de las monedas con que se pagaba. Por tanto, se
reducía la masa monetaria y el precio del dinero subía (los tipos de interés),
provocando una disminución de la actividad económica hasta llegar a la
recesión. Al caer la demanda interna de productos, estos bajaban su precio,
volviendo a ser competitivos internacionalmente, y siendo exportados a otros
países. Se entraba entonces en un patrón de crecimiento económico acelerado,
con lo que la masa monetaria y por tanto las reservas de oro volvían a crecer.
Era necesario encontrar un
sistema que desterrara estos modelos económicos con ciclos de crecimiento y
recesión tan bruscos y breves. En definitiva, se trataba de lograr una mayor
estabilidad monetaria que permitiera a su vez una sostenibilidad del
crecimiento económico y una suavización de los ciclos de crecimiento y
decrecimiento.
El acuerdo de Bretton-Woods
Para ello se llegó al acuerdo
de Bretton-Woods, en el cual se fijaba una tasa de cambio de todas las monedas
respecto al dólar, y del dólar a su vez respecto al oro, (35$ por onza de oro).
Los gobiernos se comprometieron a mantener sus monedas en un estrecho margen de
variación respecto al dólar. Además, se prohibió a los Bancos Centrales de cada
país la arbitraria devaluación de su moneda para conseguir competitividad de
precios y aumentar las exportaciones (la devaluación máxima tolerable sería del
10%).
Pero estas condiciones no se
cumplieron, puesto que en la década de los 50, la enorme actividad de
reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de bienes y
servicios de una población con carencias notables, hicieron que se diera un
flujo enorme de capitales a nivel internacional que desestabilizó los tipos de
cambio pactados en Bretton-Woods. Finalmente, en 1971 se abandonó el Convenio
por ser imposible su cumplimiento (no se podía soportar el cambio 35$ la onza
de oro). Las monedas comenzaron a fluctuar entonces libremente, basándose en
las leyes de oferta y demanda, calculándose las tasas de cambio diariamente.
Aumentó notablemente el volumen de capitales en circulación, así como la
velocidad y la volatilidad de las operaciones de cambio de dividas.
A partir de los años 80, la
introducción de nuevas tecnologías empezó a propiciar la globalización del
mercado de cambio de divisas, y su ininterrupción, al pasar el mercado de Asia
a América y Europa con los usos horarios de forma continua, lo que provocó un
mercado abierto 24 horas.
Ya con las tecnologías de los
años 90 y la aparición y extensión de Internet por todo el mundo en el nuevo
siglo, el mercado de cambio de divisas se convirtió en global, continuo y
accesible para todos los inversores, pasando a ser el mercado más grande por
volumen de capitales implicados diariamente. Y este mercado global de
compra-venta de divisas es lo que se conoce como FOREX (Foreing Exchange
Currencies Market), o mercado internacional de cambio de divisas.